Padre Nuestro (segunda parte)
Cuando la autobiografía SÍ importa
Texto: Juan Pablo Fernández
Cuando la autobiografía SÍ importa
Texto: Juan Pablo Fernández
"Mi opinión y mi vivencia es lo que voy a expresar" - Patricio Guzmán
Padre Nuestro es, en cierto sentido, una de las películas mas valientes del último cine chileno, pues es una de las primera que desde sí se reconoce como una versión ficcionada de lo que el autor ha vivido y/o hubiera querido de la vida, y desde allí crea su discurso, desde lo que le es propio, desde su imagen, desde algo así como un autorretrato.
Rodrigo Sepúlveda entonces se plantea como un tipo egocéntrico, que aborda su época desde el hecho de que él mismo la constituye -pues vive en ella- y, por lo tanto, cualquier cosa que le interese verdaderamente responderá si o si a los requerimientos profundos de su tiempo. Por eso su opción narrativa está vigente per sé. Porque sí.
Ahora, igual creo que no se puede olvidar que -como dije en la versión anterior de esta crítica ("Padre Nuestro, primera parte")- la película cojea a la hora de plantear un discurso, una parada o por último una divagación estética, y eso no es menor. Sin embargo creo también que es importante destacar lo que si tiene, que es voluntad. Me parece importante reconocer a los autores que se comprometen de verdad con sus historias y discursos. Que a través de la exhibición de su verdad ficcionada logran manufacturar piezas llenas de verdad y riesgo.
En el pasado estaba bien promover que en Chile miráramos a un frío y calculador Lars Von Trier, autor de películas cerebrales como Dogville o The Five Obstructions. Pero hoy, también es importante que miremos Fellini 8 1/2 y aprendamos algo de lo fructíferas que son las autobiografías, de la profunda catarsis que provoca crear a partir de si mismo. Y que de ahí a veces sale cine.
Padre Nuestro es, en cierto sentido, una de las películas mas valientes del último cine chileno, pues es una de las primera que desde sí se reconoce como una versión ficcionada de lo que el autor ha vivido y/o hubiera querido de la vida, y desde allí crea su discurso, desde lo que le es propio, desde su imagen, desde algo así como un autorretrato.
Rodrigo Sepúlveda entonces se plantea como un tipo egocéntrico, que aborda su época desde el hecho de que él mismo la constituye -pues vive en ella- y, por lo tanto, cualquier cosa que le interese verdaderamente responderá si o si a los requerimientos profundos de su tiempo. Por eso su opción narrativa está vigente per sé. Porque sí.
Ahora, igual creo que no se puede olvidar que -como dije en la versión anterior de esta crítica ("Padre Nuestro, primera parte")- la película cojea a la hora de plantear un discurso, una parada o por último una divagación estética, y eso no es menor. Sin embargo creo también que es importante destacar lo que si tiene, que es voluntad. Me parece importante reconocer a los autores que se comprometen de verdad con sus historias y discursos. Que a través de la exhibición de su verdad ficcionada logran manufacturar piezas llenas de verdad y riesgo.
En el pasado estaba bien promover que en Chile miráramos a un frío y calculador Lars Von Trier, autor de películas cerebrales como Dogville o The Five Obstructions. Pero hoy, también es importante que miremos Fellini 8 1/2 y aprendamos algo de lo fructíferas que son las autobiografías, de la profunda catarsis que provoca crear a partir de si mismo. Y que de ahí a veces sale cine.