sábado, abril 29, 2006

KILTRO por Fabiola Garay



Kiltro---fenómeno----Nik Nak (Roberto Avendaño)----¡¡No combate porque es viejo y enano!!
Venganza y Pasión, es una mezcla que asegura de antemano, a los hijos de la televisión mucha entretención. Llena de citas y de colores brillantes, esta película, es más que la primera de género de artes marciales en chile. Es sin duda un film que juega con la instalación a conciencia, de un tipo definido de cine. Y abre absolutamente, el camino de los realizadores a plantear obras de tipo clasificado. Y salir un poco del género dramático. Solo si se atreven, porque claramente el cine chileno esta marcado por el drama.
Pero al contrario Kiltro, es un salto a fantasear, un respiro para el espectador, que desea ver una historia que lo haga reír y que le sea de interés, en este caso las artes marciales made in patronato, son el exclusivo ingrediente principal.
Ernesto Díaz (Director de “Kiltro”) conoce a Marko Zaror (Zami, protagonista y uno de los productores de la cinta “Kiltro”) desde los tres años. Zaror fue doble de la Roca de WWF, en “El tesoro del Amazonas” y es un deportista de artes marciales profesional. Estos dos personajes, deciden comenzar a planear Kiltro. Casi dos años tardaron en este proyecto, gastaron U$1 millón de dólares, en co-producción con Chilechitá. Se estrenó con 31 copias, el 20 de abril y ya esta vendida a TVN.
Llama la atención, la buena decisión de no tener policías, da más libertad a los personajes y aleja de las restricciones ciudadanas de la sociedad. No ocupan “rostros” como protagonistas. Hay una búsqueda por la imagen del personaje, para definir el casting. En ves de elegir primero, a la estrellita farandulera para asegurarse con boletos de los fans. Que luego les saca la cuenta, porque esos actores que aquí son populosos y se dedican a fotografías de tiendas comerciales, en festivales internacionales no aseguran ningún espectador más.
Creo que Zaror pareciera leer de memoria algunos textos de su dialogo, pero su imagen como protagónico de una cinta donde hay escenas de acción, esta muy bien, ya que cumple con el imaginario físico de estos sujetos musculosos que luchan y combaten, esta mezcla de karate y kunfu. Y es entretenido ver declaraciones de él, contando que no utilizo extras, que todas las escenas de peleas, estaban matemáticamente calculadas.
Con respecto a Dirección de Arte, hay un trabajo artificioso en interiores, que cumple con la idea de sitios totalmente acondicionados al referente de animaciones. Es decir, todos los objetos rompen con alguna mirada naturalista, la ambientación esta dispuesta claramente a evidenciar el tono fantasioso e irreal de este mundo donde personajes fuera de lo común viven. Hay un trabajo de exteriores fascinante, limitan santiago con sitios que comparten una armonía cromática, con fondos de grafitos y grises. Luego eligen playa rocosa donde instalan una cueva y norte, con las dunas del Valle de la luna y caminos recónditos desérticos.
Tomaron decisiones un tanto extrañas, no olvido: esos fondos digitales extremadamente colorinches y artificiales de Juan Soto (Alejandro Castillo) junto a Zami, en el desierto mientras lo prepara para luchar. Y el vestuario de colegiala de Sailor Moon de Kim (Caterina Jadresic, protagonista de Kiltro). Y no hay que tener buen ojo para ver notoriamente en la ultima pelea en el callejón, como Zami degolla a dos hombres, pero al caer las cabezas son cabezas de maniquí visibles desde lejos.
Hay buenas peleas, que no tienen mucho que envidiar a otras peleas de la historia del cine marcial. Hay una escena donde el villano rencoroso, Max Kalba (Miguel Angel De Luca) tiene colgando desde la piel, con unos fierros delgados al padre de Kim (Man Soo yoon) que se ve muy real. Y por supuesto, Roberto Avendaño que interpreta a NIK NAK, una especie de yoda, pero que no combate, yo esperaba que hiciera muestra de alguna patada marcial, pero NIK NAK, solo remitió que era muy viejo y enano para pelear...¿Qué?...Si eso decía el dialogo...pésimo...
Con respecto al sonido, por lo que escuche creo que lo hicieron y grabaron en estudio. Note algunos desfases sonoros, pero se entiende perfectamente lo que hablan. Y esta el trabajo musical de Rocco (guitarrista del grupo Raiza), compuso cincuenta temas para la cinta, que suenan 70 minutos, de los 92 minutos que dura Kiltro. Con influencias de soul, funk de los ´70 y rock, arma algo.
Kiltro no es un film, que pase así no más, por la cartelera de cine chileno, es una propuesta que se las juega por la entretención, por el mercado de género marcial con un sello pop propio, con gusto a original, de tono “bicho raro”.
Creo que Ernesto junto a Zaror, deberían comenzar a trabajar en Kiltro II, y aprovechar esta oportunidad para transformar este film en una saga, y explotar el campo publicitario, con una invasión de merchandising.

martes, abril 25, 2006

Límite
Malos hábitos
Texto: Juan Pablo Fernández

Sí, estabamos mal acostumbrándonos, 2005 nos mimó demasiado intentando convencernos de que habían acabado los tiempos de "peliculas chilenas en las que no paramos de contar errores infantiles". 2006 llega y nos da un poco más de sensatez, demostrándonos que a pesar de que hay algo de buen cine por fin, las películas ajenas, costumbristas y fomes de antaño (y ni tan antes) siguen aquí. Límite nos recuerda parte del pasado reciente del cine chileno trayendo de vuelta una memoria que no queremos. Esta película gris se edifica al lado de otras tan olvidables como Azul y Blanco, Cachimba, Gente Decente y Juego de Verano entre otras.

Paula (Adela Secall) se enamora del hombre equivocado, Nicolás (Ignacio Severín), porque ella es una detecive que justamente está investigando un caso que lo incrimina a él, un estafador. Eso y no mucho más es Límite, un policial irremediablemente inofensivo.

Una película calcada a miles en forma y fondo, pero que con sus personajes no logra representar a su audiencia, como si lo hacen sus modelos. Ninguno de los roles principales logra la empatía suficiente como para que nos importe que uno muera, el otro esté triste o la otra se sienta maldita por el destino. No provocan interés sus opacas rutinas y hacen que extrañemos -más que nunca, quizás demasiado- los ágiles relatos llenos de plots de Syd Field.

Nada mejor para hacer fracasar una película que obligarla a ceñirse a asuntos que no le incumben. En este caso con un forzado afán preciocista, bastante raro porque si bien presenta un esquema de montaje que aspira a la sofisticación (y fracasa) la decidida austeridad fotográfica no compatibiliza con el estilo.

Y el resultado es nada más y nada menos que una película contradictoria en todo sentido.

Ojalá esta película hubiera podido llevarnos al borde de algo, pero pasa como si nada; y termina siendo poco más que una secuencia monocroma cualquiera de noventa y tantos minutos de duración en pantalla.

Límite es la triste continuación de la parte negativa de la entrada del digital al cine, una película rápida, fácil y demasiado fácil(y facilista). Una lección que deberíamos haber aprendido ya es que la capacidad de hacer buenas películas no es una condición inherente de nuestras queridas, baratas y pequeñas cámaras digitales. Eso ya es un cliché.

domingo, abril 23, 2006

Kiltro
Pataditas Indecisas
Texto: Juan Pablo Fernández


Kiltro es una rara mescolanza, una película que desorienta al que la ve. Zami (Marko Zaror) es el protagonista, un joven árabe que dedica su tiempo a pegar combos y tratar de conquistar torpemente a Kim (Caterina Jadresic). Hasta ahí todo anda bien, hasta que las trompetas suenan y el malo, Max Kalba (Miguel Ángel De Luca) llega para enfrentarlo. Así se presenta la "primera película de artes marciales hecha en Chile", lo que no importa mucho.

Entonces uno tiene que preguntarse si Kiltro es una película en serio o en broma. Porque si bien parece estar comprobado que después de los ochentas las películas de artes marciales difícilmente pueden edificarse como narraciones serias y comprometidas, la película de Ernesto Díaz parece a ratos plantear lo contrario; y luego negarlo.

Una curiosa fórmula es la que lleva a cabo, presentando la historia de un personaje principal que se encuentra con maestros que venden sabidurías tipo "la velocidad no existe", pero que después es objeto de risa en una escena con un beso al atardecer -con trompetas una y otra vez, y otra vez y otra vez.

Es cierto, por un lado podría argumentarse que Kiltro es la re-lectura chilena del género de las artes marciales, y tendría sentido: tiene una trama desplegada en un lugar de clase baja (un ghetto si se quiere), un héroe que se pierde para luego reinventarse y un maestro que vuelve a creer en el mundo gracias a su nuevo alumno.

Pero la fuerza de la película llega hasta ahí y en adelante la narración se irá diluyendo entre preciocismos mal logrados, damiselas guapas en peligro que no son tan guapas, matanzas bestiales recreadas como juegos de niños y malas citas. Construyendo así un panorama totalmente ajeno a su público.

Solo haciendo la vista gorda y recordando únicamente sus pocos momentos brillantes, uno podría asimilar a Kiltro como una simple y eficiente película de entretenimiento. Pero ni a eso llega. Su deficiencia técnica y narrativa la hacen tan incompleta que se vuelve casi imposible articular una opinión más digna que un mísero manual técnico del cine.

Se entiende que no siempre las películas tienen que estar bien iluminadas o decoradas, pero cuando uno puede ignorar eso, es porque hay algo mucho más interesante que no da tiempo para fijarse en tecnicismos -por ejemplo la cercana La Sagrada Familia-. El caso de Kiltro no es tal.

Evidentemente Ernesto Díaz no es Tarantino y nadie debiera pedirle que lo sea, pero tampoco es lo que debería ser: el director de una película con una construcción sólida, que por lo menos la sostenga un rato decente, y con algo que entregar -aunque fuera por último, una narración entretenida y eficiente en sus tiempos-; no se le pedía nada más.


La Sagrada Familia
El día que ganaron los buenos
Texto: Juan Pablo Fernández

La Sagrada Familia no es una crítica a la iglesia católica, es algo mucho más interesante. Es la mañana del Viernes Santo, Marco (Sergio Hernández) despierta en su casa de playa acompañado por su mujer (Coca Guazzini). En la pieza de al lado está su hijo Marquito (Néstor Cantillana), quien más tarde espera que llegue su novia Sofía (Patricia López). En otras casas de la misma playa están su vecina Rita (Macarena Teke) y unos amigos (Juan Pablo Miranda y Mauricio Diocares). Todos juntos serán protagonistas de cómo una familia, el núcleo fundamental, se desintegra en silencio en apenas 3 días. De eso se trata esta película y su planteamiento nos permite hablar de unas cuantas cosas.

En primer lugar, se debe decir que estamos frente a un caso atípico, porque en Chile no es fácil dar con una película que confíe tanto en sí misma. A lo largo de nuestra historia, muchas se han cubierto por métodos narrativos algo gastados y ya no tan útiles, otras han sido tan frágiles que uno ni se entera de su paso; sencillamente hay muy pocas que hayan tenido lo que esta tiene. A la película le sobra actitud, arrojo y es achorada, con todo lo que acarrea serlo: no es tan fuerte como las grandotas, pero sí tiene agallas, ingenio y patudez suficientes para hacerles una zancadilla sin avisarles.

Y estos cojones no tienen nada que ver con que la película muestre homosexualidad, drogas, infidelidad o semen - si algo importa poco en la película, es eso-. La valentía de La Sagrada Familia pasa por atreverse a construir personajes completos, con tantas esperanzas como pecados; que se ven inmersos en esta inestabilidad, asumiendo ser los protagonistas, sino víctimas, en vísperas de un desastre mayor. La casa de la familia, el espacio más importante de la historia, alberga este aire contaminado, es el universo al que los 7 personajes están irremediablemente condenados.
Y de todos ellos, el protagonista es el mejor camuflado: Marquito. Es él quien de inmediato se asume como héroe de la historia, el jovencito de la película, en el que confiamos nuestras esperanzas de justicia. Sin embargo, el personaje de Cantillana es el rey hipócrita, el primer traidor de la historia, el tramposo que inventa un contexto romántico –que convence hasta al espectador de sus inofensivas intenciones- para engrupirse a Rita y de paso serle infiel a Sofía; para luego espantarse y disfrazarse de víctima cuando descubre que su padre se metió con su novia, cuando huele por primera vez lo podrido de su entorno.

La película se construye como una historia de personajes que nos son propios, que salen de alguna parte de nuestra idiosincrasia. La Sagrada Familia es todo lo que nuestro cine no era hace rato: Una película propiamente chilena, que para ser tal no tuvo que contratar huasos.

viernes, abril 21, 2006

LA SAGRADA FAMILIA por Martín Seeger

El primer comentario que recibí de esta película fue: “No pude continuar viéndola a causa de un mareo repulsivo provocado por el movimiento de la cámara y un montaje que me hacía perder cierto equilibrio”. Y aunque este comentario se refiere a un efecto sensorial producido por características formales, es también un comentario que calza con su temática. Es decir que la trasgresión temática y formal caminan entrelazadas y se funden indistintamente, pues al parecer no es posible hablar del tema y la historia alejándose de su estructura. Esta es la base de un resultado positivo, que denota estilo y unidad, independiente si estamos de acuerdo o no con los discursos que creemos comprender.

Toda película tiene por una parte un efecto sensorial y por otra uno representacional ligado a conceptos, figuras, palabras e ideas. Como una música acompañada de una letra, donde los puros sonidos instrumentales entregan algo distinto al texto o palabras dichas en la canción. Estamos frente a una gran canción cuando ambas partes construyen una unidad que por sí solas carecen de intensidad.

Cuando la cámara se mueve mostrando una persona hablando y alguien se marea, podemos decir que este efecto no es causa de lo que está diciendo la persona sino que del movimiento de la cámara, a no ser de un caso particular donde se tenga alguna relación especial con lo que se esté diciendo. Pero el asunto es que diga lo que diga el personaje, la percepción sensorial de las estrategias formales generan sentidos. Y La Sagrada Familia presenta evidentemente mayor trasgresión, interés y sentido a nivel formal que temático, pues habría que ser muy ridículo para escandalizarse con algún tipo de problema moral o religioso, o también para interesarse en algún tipo de problematización teórica.

La cámara hurga y busca en los personajes, como buscando heridas y cicatrices, encontrando la emoción del gesto espontáneo, nos convierte en intrusos que intentan desenmascarar bajo una cotidianeidad de gran credulidad. Creo, porque es un asunto incomprobable, que esta película hecha con planos fijos sería un desastre simplón o una teleserie nocturna, porque toda la complejidad e inestabilidad de los personajes esta dado en su forma de grabación y no en lo que dicen o les pasa. Por otra parte, llega un momento en que este recurso se va agotando y se comienza a dilucidar cierto melodramatismo y comenzamos a ver la historia de la película, que es lo menos interesante.

martes, abril 18, 2006


CONTRA CAVALLO
Por Carlos Flores Delpino

La primera pregunta que me hice después de leer la crítica a la película La Sagrada Familia que escribió Ascanio Cavallo en la Revista del Sábado del Mercurio, es si se puede criticar un crítico. Si es conveniente criticar a un crítico. Sobre todo cuando es un buen crítico. La segunda fue : ¿ Porque a Ascanio Cavallo le carga el cine chileno que empieza a despuntar estos últimos cinco o seis años?. ¿ Porqué desconfía de los cineastas que parten y le da tanta holgura a los ya instalados? ¿ Porqué, cuando el público, las revistas y los Festivales Nacionales e internacionales aplauden, premian y escriben elogiosamente sobre el cine chileno, Cavallo destaca que ese cine, sin embargo, no produce utilidades comerciales ?.

A La Sagrada Familia , eso si , Cavallo no le pide rendimiento comercial. Le pide profundidad. Le pide sentido. Aplaude su vocación trasgresora y reconoce su sinceridad (¿ ).Le pide una cámara mas quieta. Critica la poca duración de los planos , que mide con minutos y segundos, y se pregunta : “ ¿ Quién está enseñando a los nuevos cineastas chilenos que el sobremontaje tiene algún valor expresivo y sobre qué bases conceptuales lo recomienda ?”.

Que la cámara siga a los actores moviéndose con rapidez y no se instale fija, componiendo un espacio quieto ( y por ello, supuestamente refinado ) donde los actores se desplacen y reciten textos, es una opción que puede ser buena o mala pero que, evidentemente, es por la que optó Sebastián Campos, el director de La Sagrada familia. Insistir en fórmulas que han agotado ( y ahogado ) al cine clásico al criticar una película que manifiesta a gritos que quiere huir del cine clásico, me parece al menos imprudente.

Cada película construye su propio sistema narrativo, su equilibrio, su propia metafísica. Elabora su modo de hablar. Su soporte, su estilo de cámara, de actuación, de montaje, de organización visual y sonora. Cada película construye su propia lógica, su propia legalidad. La responsabilidad del autor es ser leal a esa invención. Estos “nuevos cineastas chilenos ”, de los que Ascanio desconfía, no optan por el montaje rápido porque alguien se los enseñó, lo hacen porque están probando operaciones que han descubierto mirando y haciendo películas. Están experimentando modelos que les permitan recorrer caminos desconocidos que son los únicos que permiten llegar a zonas desconocidas.

En La Sagrada Familia hay una vocación nómada, un afán de cartografiar, de crear señales de rutas. Como todo cine de calidad, La Sagrada Familia es un viaje, una exploración que privilegia la experimentación sobre el virtuosismo. Lo que vemos es su bitácora a la cual no hay que pedirle equilibrio sino coherencia.

La Sagrada Familia nos hace saber que el fondo, la profundidad, el sentido que pide Cavallo, está en la superficie. En las operaciones, en los procedimientos narrativos. En el modo de usar la cámara y de conectar acontecimientos. Por eso es mejor ver las películas , no medirlas. Hasta la ciencia desconfía hoy de las mediciones. Hay que ingresar al sistema que sostiene la película. Recorrerlo y vivirlo. Estas son películas para ponérselas, como el maquillaje o la ropa. Unas nos quedan bien otras no. Pero hay que usarlas, sin prejuicio.

El todo no es igual a la suma de sus partes. El estilo surge sorpresivamente, es una resultante, no una voluntad del cineasta. Un efecto de superficie que aparece al final, después de que se estructuró el sistema narrativo que soporta y hace funcionar la película y que es lo que efectivamente organiza el autor a punta de construir y corregir. Ello no tiene nada que ver con la sinceridad, la profundidad o la voluntad de trasgresión de la que habla Cavallo.

Tengo la impresión que mi amigo, el crítico Ascanio Cavallo, prefiere las películas cuyas mediciones coinciden con las del cine clásico. Un cine seguro de si mismo, con objetivos claros y dramaturgia estructurada. Esta bien, es un camino. El que han tomado estos jóvenes que hacen cine en Chile estos últimos diez años, es otro. La crítica, sobre todo la que pide trasgresión, debería buscar una manera más trasgresora de desarrollar sus propios modelos para observarlos.

domingo, abril 02, 2006

FUGA
Cuidando al cine chileno
Texto de Juan Pablo Fernández

"-¿Sabías que la gente sigue diciendo que tu y yo estamos locos?
-¿Que tu y yo estamos locos, Lucas?
-¡Figúrate!" (Lucas y Chaparrón, Los Chiflados de Chespirito)
Eliseo Montalbán (Benjamín Vicuña) es un compositor maldito. Su hermana muere mientras suena una melodía que después él hara suya y con eso provocará la muerte de otros de sus seres queridos. Su embrujo lo vuelve loco y se pierde sin dejar rastro. Años después, Ricardo Coppa (Gastón Pauls), un compositor fallido, se obsesiona con la obra del genio chiflado y empieza a buscarlo- a él y a su creación- como quien busca un tesoro perdido. De eso se trata Fuga, y no hay (mucho) más.
La película es una sinfonía grandilocuente pero hueca y fría, donde el plan es un esquema sumamente calculado en su estructura pero inútil en su contenido. Donde la poca materia viva parece surgir por accidente -por ejemplo con los roles secundarios de Mateo Iribarren, Luis Dubó y algunos extras enfermos del psiquiátrico-. Una película que Pablo Larraín quizás aprendió a hacer leyendo un manual.
Tomemos el obvio pero ilustrativo parangón con Amadeus de Milos Forman. Fácil, Montalbán y Coppa son ligeras variaciones de Mozart y Salieri. Dicho de manera burda, uno es el genio indiscutido, el otro el no tan genio y envidioso. Y ahí hay una clave, Fuga fue pensada de manera burda, rápida, obvia. Mientras el personaje de Mozart tenía matices, era un niño promiscuo y odiosamente risueño, el personaje de Benjamín Vicuña es un loco deja vu, repetido a lo largo de TODA la historia del cine, la literatura y hasta los monitos animados. Y si Salieri cargaba con la decadencia de un adulto derrotado por un niño, el músico argentino Ricardo Coppa carece de cualquier fantasma, de cualquier peso que nos haga entender porque es un fracasado. No hay respuestas claras, solo una historia que avanza ciegamente en el tiempo. La película recuerda a los tristes episodios de cine chileno pre 2005 -el año pasado nos entusiasmó y mimó quizás demasiado-. Fuga está más cerca del bluf de Mujeres Infieles (Ortúzar Lynch) que de, por ejemplo, la impetuosa Sábado (Bize).
Así, se podría decir que el director de fotografía Joan Littin se transforma en el eslabón que ya invitó a Pablo Larraín a unirse a la vieja generación tibia, fome e intocable encabezada por Miguel Littin, Andres Wood y Silvio Caiozzi (es más, el silencio de la prensa inmediatamente después del estreno de Fuga me recordó a la "respetuosa" tibieza que cierta crítica tiene siempre frente a los "viejos estandartes"). Pablo Larraín debió haber dicho que no.
Al cine chileno no le sobran muchas cosas, pero tipos que piensan en un cine sin quiebres y que tenemos verdaderamente un gran patrimonio por cuidar, están de más. Ya llegará el tiempo en que estemos viejos y puedan poner las películas de nuestra época en escalafones. Hoy se necesita alguna otra cosa.
"La concepción de cine que tenía La Nueva Ola Francesa combinaba dos pilares fundamentales: películas y crítica. Creo que después de eso, no tiene sentido divorciarlas nunca más"(Luis Caseira)