viernes, diciembre 09, 2005

EN LA CAMA con la profecía autocumplida

















"En Chile no hay público educado en cine, sí habituado a él"

Cuando apareció,"Sábado" era una película invencible; no porque tuviera apoyo del estado, que no tuvo; ni porque tuviera un gran elenco, que es discutible; ni menos porque tuviera un equipo técnico fogueado, que no era tal sino que estaba conformado de casi puros recién salidos de la escuela de cine. Esta película era implacable por todas sus flaquezas, pues no tenía nada que perder.
Y por lo mismo ganó mucho y Matías Bize se gano de la Cahiers du Cinema el riesgoso reconocimiento de "el cineasta mas prometedor de Chile" (una revista que puede ser respetada, pero que no se entienda como si Godard estuviera aplaudiendo, son otros tiempos para la publicación gala; además, no se con que otros posibles autores prometedores lo pueden haber comparado, porque si bien saben nombres como Sebastian Campos, Alicia Scherson y a la dupla Solís-Schweitzer, no demuestran saber mucho más.
Ahora se estrenó"En la Cama" que, después de "Machuca", debe haber sido una de las películas chilenas más esperadas, y se la quiso erguir como el estandarte del mega anunciado nuevo cine chileno. Junto a ella iría "Play", "Mi Mejor Enemigo", "Paréntesis", "El Huésped" y otras, y sería un desfile excepcional. Pero se me ocurre que es bueno darse cuenta de que esta generación no inventa la rueda ni nada parecido (además de no ser una generación puntual, un ejemplo es Alex Bowen, que ni se acerca formar parte de la generación de los ex-estudiantes de cine). Si bien a ratos, a algunas, se le notan ganas de idiosincrasia, también otras veces, a otras, se les puede detectar por un olor semipodrido como a un "querer ser" cine independiente norteamericano.
¿Cual es el punto de esta reflexión?
Esperar que Matías Bize y "los otros nuevos" no sean transformados en lo que ya transformaron a los cineastas viejos, intocables sin razón aparente.
Que Littin haya hecho "El Chacal..." no lo hace el cineasta absoluto, que "En la Cama" haya ganado premios enfrentada con "Manderlay" no significa que Matías Bize desplace a Lars Von Trier.
Si la actitud de los manufacturadores del cine está trasladándose, es tiempo de que la de los que lo consumen (consumimos) cambie también; que nos demos cuenta que Bize no es una satisfactoria confirmación sino que solo una prometedora posibilidad.
Quizás el cine y solo otras pocas cosas nunca se confirman hasta después de muertos; eso lo sabía Orson Welles, y también sabía que el tan deseado "cine super dúper doble lúper" solo puede construirse como un cine inseguro pero incesante.

domingo, diciembre 04, 2005



EN LA CAMA : EL PLACER SON LOS OTROS .

En la cama el último filme de Matias Bize (anteriormente había sorprendido a la crítica con su opera prima Sábado, obra de factura semi documental, e hito de bajo presupuesto como recurso productivo y creativo) vuelve a reincidir en el uso sistemático de un recurso de forzamiento autoimpuesto en la realización del filme.

Si en Sábado Bize situaba su narratividad en la lógica del plano secuencia, desplazándolo hasta los límites y llevando a devenir en manera necesaria de su proyecto - Sábado se encarna y se constituye en objeto factible en tanto se somete a una operación formal determinada - ahora en su segundo filme vuelve a conciliar las propuestas de trabajo vía obstrucción a lo Lars Von Trier para operar desde la noción de locación única y resistencia permeable del relato a la imposibilidad de la salida o fuga que permite alivianar la tensión dramática del filme.

Situando a una pareja en el cuarto de un motel, En la cama se concentra en los diversos momentos que la pareja va atravesando a lo largo de varias horas de su autoasumido encierro. Combinando secuencias en donde el sexo se presenta como verdadero núcleo del filme y no simple elemento decorativo o apaciguador del relato - el sexo como relleno de los temidos y mal conceptuados "tiempos muertos" o como simple noción de orden industrial al estilo de los memos canónicos de Roger Corman para salvaguardar el regreso de capital en sus filmes de explotación B - con livianos diálogos que operan desde la anécdota o el pequeño cuento pregnante ( recurso eficiente pero que tiende a parecer un poco mecánico en su utilización abusiva)el filme se va desplegando con sorprendente fluidez como si se tratase de una pequeña fabula amorosa narrada desde la oralidad de un narrador amante y conciente de las limitaciones de su formato.

En donde Sartre era un patólogo de las interrelaciones humanas en su noción de "el infierno son los otros" en Puertas Cerradas, y Buñuel un descarnado viseccionador o entomólogo de los débiles triunfos de la razón iluminista occidental en su encierro mexicano en "El ángel exterminador" o un contemplador meditativo y enternecido por sus personajes enfermos de soledad como el Tsai Min Liang de "Goodbay Dragon Inn" ), Matias Bize se presenta como un incipiente Cassavetes de las pequeñas crisis amorosas, un cronista del gesto mínimo, de la relación insignificante en cuanto a su dimensión carente de trascendencia trágica y por lo tanto certeramente humano.

Pese a que el filme no logra alcanzar una gran complejidad en cuanto al desarrollo de sus personajes – y quizás lo que es más complejo aunque endémico en nuestro cine no consigue provocar una real empatia con ellos por parte del espectador- sin embargo Bize logra otorgar una sutil humanidad a su pareja como para rebasar la simplicidad de los diálogos y acercarse a una posibilidad de una trama adulta.